viernes, 1 de junio de 2012

MI PRIMER AUTOMOVIL Y LA MATRICULA UN MILLON (1971)

Dos años antes me quedé con la mococicleta Vespa de mi hermano. Aquella S-32613 que comprara hacia 1966  cuando era el maestro de Arija. La que después tantas veces han conducido y viajado con la imaginación mis pequeños hijos, montados en ella, sin quitarle sus telarañas ni moverse del sótano de la abuela Kontxa. Y empecé a ahorrar para el primer coche.
Pirineos 1973. Me llevó de vacaciones hasta la Costa Brava. 
El tiempo de mi milicia, desafortunado por la pérdida irreparable de mi aita y de casi trece meses de escaso provecho, la interpreto a veces en positivo como unas vacaciones pagadas. Es decir, me consideré un privilegiado y un afortunado. Llegué a ahorrar para la compra de mi primer automóvil. Un Seat 850 E de cinco puertas, matriculado con BI-134365 en 1967 y cuyos primeros propietarios no pudieron pagárselo a Fiseat, la financiera que les hacía entonces de banco.  El 10 de julio, San Cristóbal, que entonces aún se celebraba como patrón de los  conductores y se engalanaban los vehículos, yo lo estrené entre Deusto y Orduña, entre Amurrio, Murga, Llodio y Orozko.¡Una tarde, noche y principio de la madrugada bien aprovechados!
Dos días antes de mi licencia de hecho -porque la de derecho sería el 15 de diciembre-, el  7 de octubre Madrid llegó al millón de vehiculos matriculados, por lo que se cambió el sistema con la identificación a letras provinciales, cuatro números  y más letras. Tras mis últimos permisos, ya volví al Cuartel con el coche.  Y el día que "terminé la guerra" comí en Donosti y volé por Etxegarate y Alsasua hasta Llodio para darle la primera sorpresa a mi novia.
Fui el primero de mi reemplazo en llegar al pueblo licenciado, con lo que se dispararon todas las preguntas y las esperanzas de amigas, novias y madres.

Y Colorín Colorado...  estos son los 37 flases con los que Per Bat cuenta esa parte de la vida que ya  sus hijos no han conocido. Por ahora, sin más... pero sólo por ahora. 


LA ALEGRE NOCHE IRUNDARRA (11.03.71)

Como Furriel,  ya de entrada, me permití alguna "licencia" arriesgada y atrevida. Este día me apunté en la "guardia" como cabo de refuerzo en la cuarta patrulla para coincidir con un soldado nativo y conocido hijo de un carnicero de la ciudad fronteriza. Lo habíamos planeado juntos. Nos tocaba vigilar las afueras del Cuartel de 3 a 5 de la madrugada. Nos fuimos a tomar  unos cubatas a la zona "vip"de Irún. Como a él casi todos le conocían, nos pagaron todas las rondas. Y entre militares, guardias, policias y gendarmes  viví la noche irundarra con el fusil cargado y "defendiendo a la patria". ¡Espero que ya no metan consejo de guerra  por contarlo ahora!

Llegamos a tiempo al cambio de guardia, pero sólo tuve un mínimo rato para descansar en un duermevela. Al amanecer  tocaba subir al tiro y yo tuve como siempre que cargar la munición.  Me dormí en el camión y no me despertaban ni los golpes que en los baches me daba en el duro suelo de su destartalada plataforma con mi cabeza. Aquellos GMC,  creo que de las sobras de la Primera Guerra Mundial, llegaban a consumir unos 30 litros al subir cargados al monte y no pasaban de 20 kms. por hora. ¡Fue un rato de siesta de dos horas mientras la tropa subía a pie y con la "escopeta"!

La resaca fue grande ese día. Pero debí de aguantar bien las apariencias, porque  salvo unos pocos allegados, nadie me notó nada. ¡No volví a la noche irundarra ni de paisano!

LAS MULAS Y LOS GUDARIS ANALFABETOS (1971)

Algunas anécdotas y/o hechos no se pueden olvidar. Y precisamente por su tristeza e inhumanidad.  En aquel cuartel casi valía más la vida de una mula que la de un soldado. Atrevida aseveración, cuando sólo viví la  muerte de alguna de ellas y ninguna de ellos.

A aquellos chicos de Lesaka y sus cercanías, euslkaldunzarras hasta los tuétanos, demasiados les despreciaban porque no sabían hablar "español". Pero de los "españoles" nadie quería hacer la imaginaria en las cuadras. Había que cuidar más de 60 mulas y algún caballo "guapo" con el que el teniente hacía sus pinitos en equitación. Olián mal y había "trabajo". Ellos, relegados a la última categoría y sabiéndose despreciados en la tropa, tenían que ir a clase de "español" por obligación y hacían casi siempre el cuidado de las mulas por petición propia. Como furriel, viví cómo me pedían sus guardias. Ellos sabían cuidarlas y  estaban más a gusto merendando y durmniendo en las cuadras entre paja que en los otros garitos de arriba que lo hacíamos los demás.

Yo les comprendía y ya sólo por ello me estimaban. Y  hasta conté con su amistad, pero tampoco la podía mostrar en demasía. El día que se les murió a la noche la primera mula, creo que simplemente por vieja o porque se atragantó, probablemente estaban dormidos. Se armó gran revuelo en el cuartel. Parecía que habíamos perdido alguna batalla importante. Podían meterles dos meses de calabozo y hasta... "consejo de guerra" según los más "patriotas" (!)  Me tocó afirmar en su favor que no estaban dormidos, porque yo había bajado a la cuadra a no sé por que. Mentí, claro. Y el castigo fue el más leve, dentro  de su falta grave.

Y desde aquí, entonces y ahora, levanto mi voz en favor de los cuidadores de los animales. Pero no menos de los animales. Las mulas en casi todo nuestro  mundo por debajo de los 4000 metros, como las llamas en de por encima, quizás sean los más preciados animales de carga para ayudar al hombre. Pero que el Ejército Español en 1971 aún quisiera defender a la Patria con ellas... ¡A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César!

MANIOBRAS Y MAS MANIOBRAS (1971)

Lo he comentado en el artículo del Jaizkibel. Lo recuerdo y amplío de nuevo.El Jaizkibel y las Peñas de Aya eran casi nuestro segundo cuartel. Entre los obligadoss ejercicios semanales de tiro y las salidas más largas, fue casi una milicia en la montaña.

Me tocó subir andando con la tropa, en camión con la munición, disparar con pistola en competición con el teniente  siempre para acabar la munición,  dormir en camión con el perro de la Compañía para guardar las armas, dormir en la tienda del capitán que él prefirió el camión,  subirle  la bandera para "conquistar" la cima del Jaizkibel...  ¡Llegué a ir de maniobras recién convaleciente de una operación con anestesia y en quirófano en Donosti.!

La montaña me gustaba. Sigue encantándome. Las armas, nunca. Pero supe convivir dignamente con ellas y hasta aparentar que me gustaban.  Intereses obligan. No tenía la ambición de hacer blanco ni de ganarle al "guerrero" joven teniente de academia. Quizás por eso casi lo conseguía. Se picaba y me apreciaba.  El día anterior a licenciarme, él estrenó tiro con una nueva bazoka como ejemplo para la numerosa Compañia  y al segundo bazokazo me "invitó" a mí como distinción, que no podía negarle. Creo que los dos le dimos al blanco, una roca a la que era imposible fallar. Pero el petardazo, la humera y el retroceso que te metía en el hombro eran de aupa. El 8 de octubre de 1971 dejé mi huella "destructiva" en el Jaizkibel... y al día siguiente me despedí de las armas, 42 pistolas que yo custodiaba cerca de la Furrielería, de la guerra y de los guerreros obligados. Y, por agradecimiento, educación y cortesía, también de los mandos "profesionales". 

UNA ESCAPADA A CATALUÑA (8-13.04.71)

Semana Santa  y un mes de 32 días de permiso tras mi esfuerzo en las maniobras  y dejar todo organizado al acabarlas. La semana anterior a mi padre, había muerto  la tía "catalana y americana" en Palau de Plegamans, a la que  conocí en otra de mis "escapadas" en 1969.

El tren "Expreso" me llevó a Reus. En  cinco dias, me despedí rápido de mi amiga Trini para intentar cortar unas relaciones que se complicaban, estuve  uno entero con mi tío Pedro e hice turismo el resto, hasta ver casualmente salir al cantante Raphael del Teatro Español asediado por sus fans. El autostop me enseñó mucho y me devolvió a casa. En la oficina del Bancaya ya me estaban esperando, porque en los pueblos pequeños se enteraban de todo. ¡Me tenían controlado!

LA MUERTE DEL PADRE Y LA MISA POR EL (15.03.71)

Los rebajes de fin de semana estaban chupados. Los cortos y largos permisos, frecuentes y abundantes, nadie de mis compañeros amurrioarrras se lo podía creer. Llegué a contabilizar más dias de permiso que de cuartel, como soldado en Irún.  Y puedo jurar que no fui de "enchufado" y que cumplía bien las a veces difíciles y sobre todo variadas y polivalentes misiones del furriel.
  
También el sábado 13 de marzo fui a casa. y el domingo vi a mi padre cómo iba dejando la vida poco a poco, con una embolia cerebrral que se la arrebataba desde hacía dos años. Pero como en los demás rebajes, atendí más a la calle que a la casa. Y regresé al cuartel a medianoche. Un telegrama me llevó la noticia de su muerte varias horas después. En autostop llegué muy de noche a Llodio y en tren casi a medianoche a casa.  En la rebeldía de mis pensamientos, soñaba con lo imposible, que todo fuera un mal sueño. Cuando leí la esquela en el primer poste de Amurrio, solté a llorar.

En los cuarteles también hay alma. Tras una semana de permiso, vuelvo a mi puesto militar. Pocas jornadas después, cuando una noche  leo como de costumbre a la Cía formada la orden del día para el siguiente, que  me la acaban de pasar y desconozo por completo el contenido, se me humedecen los ojos y me tambalea  la voz al comunicar la excepción de la mañana siguiente con una misa por mi padre y el de otro mando de nuestro Regimiento Colón a la que asistiría todo el Regimiento a presentarles sus honores.  

Contrariedades tiene la vida. Había sido un hombre fuerte y se fue con sólo 68 años. En la Guerra Civil se apuntó al batallón gudari y sin tirar un tiro le cayeron tres años de cárcel.  Tras su muerte su "enemigo" le brinda sus respetos con honores militares. ¡Demasiado tarde! El sólo  cumplió con su deber.